La magnitud de nuestra libertad es directamente proporcional a la extensión de nuestro enfoque.
Si enfocarse significa utilizar nuestro rayo de atención a voluntad, y la voluntad es la capacidad que tenemos para decidir con libertad lo que deseamos y lo que no deseamos, todos sabemos que, hasta cierto punto, no somos libres.
Desgraciadamente, nuestra atención se ha convertido en el objeto más preciado del siglo XXI. Miles de grandes corporaciones batallan por ganarse el premio de nuestra atención, secuestrando nuestra voluntad en el proceso.
En el caso de los emprendedores, los que no logran enfocarse estratégicamente se verán obligados a trabajar para empresas que los obliguen a enfocarse, sacrificando en el camino, la magnitud de su libertad.
En el caso de los artistas, los que no son capaces de enfocarse por completo en su arte, amenazan la oportunidad de poder vivir de sus obras, viéndose obligados a buscar otras formas de generar ingresos, coartando su libertad en el proceso.
En fin, nuestra capacidad de enfoque determina la calidad de nuestra libertad, y si valoramos nuestra libertad, protejamos, a toda costa, nuestro enfoque.