Un modelo económico está resurgiendo.
Un modelo que había caducado hace ya muchos siglos, y que hoy, ha resucitado con más fuerza que nunca: la economía de la generosidad.
Este nuevo modelo ha comenzado a sustituir al modelo económico tradicional que se basaba en el “tú me das, yo te doy”, y recompensa a aquellos que están dispuestos a darle rienda suelta a su creatividad y ser capaces de regalar las ideas, perspectivas y visiones que puedan transformar el mundo en que vivimos.
Mediante esta generosidad creativa, los participantes de este nuevo modelo pueden convertirse en seres imprescindibles, líderes capaces de guiar a las masas con sus ideas, y transformar para siempre la manera en que interactuamos con nosotros mismos y con el resto de la humanidad.
Aunque pueda parecer una ironía, el ser humano está regresando a las dinámicas sociales que regían la tierra hace centurias. Por medio de la tecnología, las comunidades tribales que antes convivían en pequeños, medianos y grandes grupos repartidos por toda la tierra, hoy se congregan virtualmente en un inmenso tejido humano donde los contenidos intelectuales son capaces de esparcirse más rápido que nunca, y donde aquellos que logren moldear las mentes del prójimo podrán convertirse en los que mueven, influyen y transforman al resto de la tribu.
La única diferencia del hombre tribal de hace centurias y el hombre tribal moderno, es que en vez de la fuerza física, el elemento que rige la pirámide jerárquica son las fuerzas de las ideas y la capacidad que tienen nuestros líderes de conectarnos y hacer mas cohesiva la fuerza de la tribu.
Entonces, la pregunta es: ¿Cómo nos volvemos líderes en este nuevo modelo? Y la respuesta, como todas las grandes respuestas, es muy sencilla: haciendo arte.
El arte es todo aquello que es capaz de transformar al que recibe el arte.
Cuando las ideas de un bloguero se quedan todo el día dando vueltas en nuestras mentes, eso es arte.
Cuando escuchamos una conferencia de TED y sentimos como el alma se nos vuelca y nuestras mentes se elevan en un instante de pasajera iluminación, eso es arte.
Cuando prendemos la radio y una canción logra conmovernos o influir directamente en nuestro ánimo, eso es arte.
Cuando Mark Zuckerberg crea un sistema que es capaz de conectar a toda la humanidad, eso es arte.
Cuando logramos vencer nuestros temores y decidimos expresar nuestros ideales, eso es arte.
Y aunque al principio no lo parezca, el que es capaz de regalar su arte continuamente y logra convertirse en un ente imprescindible para las tribus en que interactúe, tarde o temprano la economía de la generosidad lo recompensará.
En fin, vivimos en un mundo donde las dinámicas económicas ya no necesitan a los que son capaces de bajar la cabeza y pasarse la vida laborando en una empresa haciendo lo mismo día tras día.
El mundo ya no valora a los que se dedican a embellecer un curriculum vitae para salir a la calle a buscar trabajo, tratando de ser parte de la comunidad de otro que sí tuvo la fuerza de explayar sus propias ideas y crear sus propios sistemas para crear riqueza.
Y por más que querramos engañarnos, la seguridad laboral que una época existió, ya no existe.
Miles perdieron sus trabajos en la crisis que sacudió el mercado en el 2008 y en la actual pandemia del 2020, y millones todavía siguen desempleados en países con economías supuestamente robustas.
En esta transformación economica, lo que el mundo verdaderamente necesita son artistas, seres humanos capaces de crear movimientos, de esparcir sus ideas, de inventar productos y servicios que se vuelvan imprescindibles, y aun más importante, que logren aniquilar la inercia que consume a la masa de humanidad que todavía no ha logrado ponerse en contacto con su faceta creadora.
Porque sin duda, todos tenemos algo que contribuir.
Por eso estamos aquí.