El Efímero Espacio donde Radican los Sabios

Estas manejando por las calles de tu ciudad.

En la radio escuchas tu música pop favorita, la que siempre tarareas inconsciente.

Sin darte cuenta, un impacto lateral empuja tu vehículo hacia la alcantarilla donde te recibe la imperdonable dureza de un poste de luz.

Logras salir del vehículo sin lesiones aparentes, donde un colérico conductor te rellena de insultos que penetran tus oídos como clavos oxidados.

El conductor está visiblemente alterado, y te embiste verbalmente con tal destreza que parece haber estado practicando para este momento toda su vida.

Se detiene el tiempo.

Estas allí, tratando de decidir cómo reaccionar.

El universo solo es capaz de ofrecerte unas pocas milésimas de segundos para que tomes tu decisión.

Sin saberlo, lo que elijas sentir en este momento podría cambiar para siempre el curso de tu vida.

Bienvenidos al espacio que dominan los sabios.

Allí donde la sabiduría colisiona de manera frontal con el orgullo y donde la virtud vencedora decidirá para siempre el acontecer de tu destino.

Reiniciemos el tiempo. El conductor sigue gritando, la adrenalina subiendo. “Discúlpeme señor. Al parecer no advertí cuando venía”, dices calmado. El hombre sigue su diatriba violenta, pero comienzas a observar como sus niveles de agresión comienzan a disminuir. “Si quiere, resolvamos esto en la Casa del Conductor, ya que tengo una póliza de seguro que podría resolver esta situación.”

En la recia batalla psicológica que acabas de luchar, la sabiduría ha salido victoriosa.

Rebobinemos el tiempo.

Sigues allí, tratando de decidir cómo reaccionar. El conductor sigue gritando, la adrenalina subiendo. Como eres una persona acostumbrada a la violencia, le das una patada a tu sabiduría porque no crees en esas pendejadas. “Ojo por ojo”, elijes pensar, justo antes de amenazar al conductor que trastornó tu mañana, devolviéndole todos los insultos que te propinó. Pasan los momentos en rápida sucesión y te ves envuelto en una tensa discusión que escala rápidamente, y donde sin mediación alguna, el conductor saca una pistola y justo antes de caer al suelo logras escuchar  dos explosiones que parecen haber salido a cantaros de su mirada desafiante. Yaces moribundo en la alcantarilla, y justo antes de cerrar los ojos, deseas haber actuado diferente. Una vez más, el mundo ha logrado vencer al sabio que llevabas dentro, aunque esta vez, no te dará una segunda oportunidad.

Un llamado a la Sabiduría

Muerte. Sangre. Dolor. Estas son las palabras que abundan en los medios de comunicación. Sin duda alguna, vivimos en un mundo violento, un mundo que siempre está preparado para acudir al conflicto como método de resolver sus problemas.

Todos los días, miles de personas reaccionan a las situaciones que les presenta la vida de manera impulsiva, sin estar conscientes de lo sagrado que es el espacio entre un estímulo y una respuesta.

Algunos terminan en la cárcel, otros con matrimonios destruidos, otros avergonzados, y la gran mayoría arrepentidos.

Estas personas ignoraron detenerse en el espacio donde residen los sabios, allí donde es necesario apreciar la importancia de ese efímero período de tiempo que podría definir el resto de nuestras vidas, y donde el final de la violencia es una realidad palpable capaz de transformar la volátil dinámica que predomina en nuestra especie.

Es allí donde la sabiduría se convierte en una necesidad de supervivencia, en un antídoto capaz de cerrarle las puertas a la diversa variedad de emociones negativas que podrían minimizar nuestra capacidad de tomar la decisión que más nos convenga.

¿Entonces, que debemos hacer cuando nos enfrentamos a una situación que trasciende nuestra capacidad de enfrentarla con armonía?

Antes que nada, debemos de entender que la capacidad de elegir la respuesta que más nos convenga ante los estímulos que nos acontecen es lo que define nuestro libre albedrío.

Es allí donde radica la fuerza de nuestra libertad interna, la capacidad que tenemos de elegir los caminos por los que queremos caminar, y donde nada ni nadie es culpable por las decisiones que tomamos.

Por ende, la respuesta que más nos conviene es aquella que nos dirija hacia el amor, hacia la formación de una familia y una sociedad imbuida de paz, donde la conciliación y la armonía prevalezcan en las dinámicas humanas. Dándole importancia a este espacio y concientizando a la población de detenerse en aquellos momentos donde las agresiones físicas y verbales podrían tomar el control de la situación, es la única manera en que podremos frenar la violencia que consume a nuestro país y al resto del mundo.

Sin duda alguna, es nuestro deber y salvación hacerle un llamado a la sabiduría, y siempre acordarnos que en cada pensamiento, en cada palabra, y en cada acción, yacen un millón de posibilidades.

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