La batalla diaria se libera contra las dudas que tenemos sobre nosotros mismos.
La batalla diaria se libera contra la distracción.
La batalla diaria se libera contra la inconsciencia que nos genera vivir nuestras vidas sumidos en las visiones de otros, en las reglas de otros, en las estructuras mentales que otros crearon para nosotros.
Y si no le ponemos un freno a todo eso, si no tomamos una drástica decisión de decirle a todo eso, basta, nuestra vida jamás nos pertenecerá.
Nos quedaremos con las migajas de nuestra fuerza vital, con las migajas de nuestra atención, y todo ese potencial que sentimos dentro, que nos pide día a día que lo liberemos al mundo, morirá con nosotros.
Existen industrias completas que existen sobre la base de que no nos amamos lo suficiente, de que necesitamos llenar ese vacío que ha dejado nuestro propio desamor, y llenarlo con comida rápida, con pornografía, con productos de belleza.
Industrias trillonarias que existen para satisfacer nuestra necesidad de conexión, y son trillonarias porque nos sentimos desconectados de nosotros mismos, porque estamos tan distraídos, tan desorientados, tan aislados de quienes realmente somos, que la única forma que tenemos de sentirnos vivos es pegarnos a pequeñas pantallas para vivir la ilusión de que tenemos miles de seguidores que nos dan like cuando subimos una foto.
Eso, por supuesto, si subimos una foto que nos ayuda a todos a mantenernos inconscientes del hecho de que nuestras vidas se desangran a través de estas pantallas.