Existen mentes que apuntan tan alto, que en ocasiones no les queda más remedio que aterrizar en la luna.
Y eso es lo que Rubén David Núñez ha estado tratando de hacer durante los últimos ocho años.
Su pasión por el espacio empezó temprano, cuando Rubén, todavía un niño, les decía a todos que quería ser astronauta.
A diferencia de las demás criaturas de su edad, que superan esta fase cuando los adultos con los que conviven los redirigen hacia carreras más aterrizadas, Rubén continuó diciendo que quería ser astronauta durante todos los años de su adolescencia, hasta que en el 2004, su pasión lo llevó a la Universidad de Florida Central, donde por supuesto, se inscribió en el programa de ingeniería aeroespacial.
A finales del 2007, con solo 21 años, Rubén vio un anuncio que lo cautivó: Google anunciaba la puesta en marcha del “Google Lunar XPRIZE”, que buscaba incentivar a emprendedores a que diseñaran y manufacturaran un vehículo que pudiera aterrizar en la luna, y que recorriera quinientos metros en la superficie lunar, transmitiendo imágenes y videos de regreso a la tierra.
El primer equipo en lograr la hazaña, probando que el 90% de los fondos provinieran del sector privado, le serían otorgados veinte millones de dólares.
A diferencia del resto de los mortales, que mandarían un anuncio como este directo a sus bandejas de reciclaje, Rubén no pudo pensar en otra cosa durante los días y noches a venir.
La sensación de que este anuncio le hablaba directamente a él lo invadió por completo, y después de mucho ponderar tomó la decisión que cambiaría su vida para siempre: formaría un equipo de ingenieros y se enfocaría en llevar a cabo la misión.
Como es de esperarse, emprender un proyecto de esta envergadura está poblado de obstáculos, y para empujar su sueño hacia delante, Rubén se mantuvo firme y resuelto en su decisión de conquistar la luna.
Lo primero a resolver era el costo de la inscripción del premio, estipulado en diez mil dólares.
Al no contar con el dinero, Rubén aplicó a una serie de organizaciones que apoyaban con subsidios a emprendedores espaciales, consiguiendo al poco tiempo que la “Florida Space Grant Consortium”, una asociación de diecisiete universidades americanas, le otorgaran los primeros cinco mil dólares.
El resto del dinero se lo concedió un amigo que creyó en el proyecto desde el inicio, y a principios del 2008, logró inscribirse oficialmente en la carrera hacia la luna.
Pocos meses después, Rubén forja el nacimiento de la fundación sin fines de lucro, “Earthrise Space Foundation”, dentro de la cual forma el equipo “Omega Envoy”, encargado de construir el vehículo espacial y el modulo lunar que aterrizaría en la luna. El mayor reto, según Rubén explica, consiste en “comprar un viaje en cualquier cohete que nos saque al espacio, y a partir de ahí, utilizar la tecnología que hemos desarrollado durante los últimos ocho años para llegar a la luna, aterrizar sin estrellarnos, desmontar del modulo lunar el vehículo, y lograr recorrer medio kilometro mandando fotos y videos de regreso a nuestras oficinas. En fin, exactamente lo estipulado por Google.”
De los dieciséis equipos actualmente compitiendo por el premio, dos ya han anunciado sus fechas de lanzamiento.
El equipo de Rubén tiene hasta diciembre del 2016 para anunciar la fecha, que debe estar estipulado para el 2017.
La nueva economía lunar
¿Pero por qué la luna? ¿Qué futuros beneficios están previendo empresas como Google, al querer incentivar la industria lunar?
Según Rubén explica, “el mercado lunar está en sus inicios. Algunas empresas ya están planeando importar platino y otros metales preciosos para comercializarlos en la tierra, y el turismo lunar también es un mercado que podría emerger en los años a venir. Tenemos que entender que la luna es un lugar extenso, del tamaño del continente americano, del cual conocemos muy poco. Actualmente, científicos y investigadores no tienen forma de llegar al satélite, y eso tiene que cambiar.”
El mes pasado, Rubén y su equipo fueron exaltados en “Moon Shot”, un documental de nueve episodios producidos por J.J. Abrams, donde se cuentan las historias de este grupo de emprendedores espaciales que están cambiando la percepción de que el espacio solo es accesible para agencias gubernamentales como NASA. “No se trata de llegar a la luna; llegar a la luna es algo simbólico. Se trata de demostrar lo que somos capaces de lograr”, dice uno de los entrevistados.
Y Rubén, sin duda alguna, nos vuelve a demostrar que no importa lo alto que coloquemos nuestros sueños. Si tenemos la valentía de luchar por ellos, somos capaces de llegar a la luna.
Haz click aquí para escuchar la entrevista completa con Rubén.